Discurso presentación Fundación Manolo Sanlúcar Aura Seguros – Juan Carlos Romero (Vicesecretario y Director Gerente del Instituto)

LATE EN EL AIRE

Hoy es un día agridulce porque Manolo no está aunque sí sus deseos por fin realizados: la Fundación que hoy se presenta, asumiendo el cuidado y la gestión de todo su legado artístico y personal y finalmente el que fue su mayor sueño y afán durante los últimos 25 años, la gran Escuela para la Guitarra Flamenca.

El maestro me pidió responsabilizarme de la dirección de esta escuela, encargo que recibo con emoción de alguien a quien quería y admiraba como un  gran honor, y sobre todo una grandísima responsabilidad histórica que ocupa mi cabeza desde entonces. Conozco muy bien la actitud comprometida del maestro con el flamenco, con su cultura, no creo que tenga precedentes en la historia, al menos yo no los conozco, y en particular la enseñanza, que siempre ocupó un lugar preferente entre sus dedicaciones y preocupaciones.

Lo hizo además con una generosidad conmovedora: sonaba el timbre de su puerta y aparecía allí un desconocido, habitualmente extranjero, con el único salvoconducto de un estuche de guitarra y una inquieta ilusión en la cara. Manolo abría las puertas de su casa, lo tenía unos días atendiendo una batería de preguntas y dándole todas las explicaciones necesarias, además del almuerzo y la cena, siempre con el apoyo cómplice y generoso de Ana, su esposa, aquí presente. Así de fácil, así de extraordinario.

Manolo Sanlúcar es una leyenda, uno de los grandísimos nombres de la historia del flamenco y uno siente el vértigo y el agradecimiento por tan grande honor transferido al delegar en mí  la responsabilidad de dicha escuela, su implantación y desarrollo, tarea de elaborada complejidad que ya me demanda una gran dedicación. Lo dicho, un gran honor y una enorme responsabilidad para la que necesitaré y les pedimos toda la complicidad y apoyo a cada uno de ustedes.  Les estaremos  siempre agradecidos.

La fe y la confianza que Manolo siempre tuvo en mí supera con creces la que yo mismo me haya podido tener en cualquier momento de mi vida, sólo que esta vez no pienso discutírselo, no me lo voy a permitir, sería además una deslealtad imperdonable dudar de las generosas palabras que me dirigió el maestro en aquella tarde de su última primavera en el salón de su casa sanluqueña. Esta vez no lo haré. Manolo Sanlúcar es insustituible, sí, ya sé que de algún modo todos lo somos pero para qué engañarnos, unos lo somos más que otros. Las cenizas de Manolo son su música y sus sueños, que de manera reflexiva y confiada delega en nosotros.

Este Instituto Internacional de la Guitarra Flamenca ideado por él no es, como pueden prever, una academia de guitarra al uso, será una institución que quiere tener una vital influencia en el devenir de la música flamenca en  esta centuria y que consideramos tan oportuno y pertinente como de imperativa necesidad. Aquí se le da tanta importancia a la formación humanística del  alumno como a la formación técnica y musical. Manolo entendía, y lo comparto plenamente, que llegados a esta altura de sofisticación  y complejidad en nuestra guitarra,  la intuición es una herramienta tan valiosa como insuficiente. Con ella, la curiosidad y la genialidad de unos pocos, en escasas  generaciones  hemos llegado asombrosamente lejos pero a la transmisión oral de nuestra tradición falta añadir el conocimiento y la comprensión  de la escuela a la que se debe, de nuestro propio comportamiento artístico y musical. En Instituto Internacional de la Guitarra Flamenca Manolo Sanlúcar vamos a enseñar canon y ortodoxia… y también  heterodoxia, una no sobrevive sin la otra, y a distinguir cuando una idea musical sirve y nutre el acervo general del flamenco y cuando solo satisface el gusto musical del autor, que las dos son legítimas y válidas, sólo que hay que saber diferenciarlas. Vamos a conocer el origen musical y el sustento emocional de la expresión flamenca, su naturaleza y desarrollo, que no es caprichoso ni aleatorio sino académico o como gustaba decir a Manolo, escolástico. Queremos crear una conciencia cómplice y responsable que sepa proteger el gigantesco patrimonio musical, literario, artístico y humano que habita en la sangre de esta música, su ancestralidad e historia, en definitiva, toda la Andalucía que late en ella. No hay memoria más fiel a nuestra tierra que el flamenco,  todas las andalucías que alguna vez fueron palpitan en él. Debemos transmitir también  conocimientos y actitudes para que el alumno se valga por sí mismo, es decir, para que vaya alejándose del maestro  al que cada vez necesita menos aunque el vínculo con la escuela y sus maestros permanezcan siempre abiertos para cualquier consulta u opinión.

CONTAR DOS VIVENCIAS CON EL MAESTRO

Es decir, Manolo Sanlúcar me fue indicando el camino que conducía hasta mí mismo. No creo que un maestro pueda ofrecer a un discípulo tesoro más elevado. Por esta y otras muchas razones Manolo Sanlúcar es tan grande pero, por desgracia no está y no hemos querido preguntarnos ¿y ahora qué va a pasar?  Preferimos  preguntarnos qué vamos a hacer, porque pasará lo que dejemos que pase. Formar, enseñar, es la manera de de inmortalizar lo que creemos importante, lo que preferimos respecto de nuestros valores, ideas y conocimiento porque si esto lo dejamos al azar o a una pequeña minoría privando a la mayoría del acceso a este conocimiento tendrá consecuencias que se pagarán sino las estamos pagando ya.

Una tradición tan poderosa como el flamenco, y hago hincapié en la palabra tradición  para evidenciar la contradicción radical con el termino revolución, tan arrogante e irreal, y que tanto gusta hoy, decía que, una tradición tan poderosa como esta nuestra, construida con una brillantez y una genialidad admirables, debería ser una vacuna contra el adanismo, contra el yo, yo, como si se estuviese inventando el mundo hoy mismo. Estamos en pleno narcisismo,  yo lo valgo, yo lo quiero así, yo, si puedo, lo impongo sin tener en cuenta que no podemos construir un mundo sin maestros, cometiendo la colosal torpeza  de derribarlos  como estatuas  anacrónicas, porque sin ellos nuestra capacidad cognitiva queda bajo mínimos. Lo moral, lo ético, es lo eficaz, porque es lo único capaz de regenerar y nos hace, por tanto, mejores. Se necesita valor, amor a la verdad, aun sabiendo que la verdad está esparcida en mil pedazos y que debemos afanarnos en reconstruirla para, al menos, estar más cerca de ella y más conscientes del quimérico deseo de poseerla.

Queremos transmitir ideas imperecederas, son esas las verdaderas ideas que queremos sentir y que sientan, esas que busca el hombre desde siempre. Creo que en este tiempo nuestro hemos optado por el asombro, tan momentáneo y efímero, y la sorpresa, que no es una ambición muy noble en arte. Se trata de buscar la emoción más cabal y auténtica de lo que sentimos, lo más profundo y verdadero de nosotros.

Cada generación necesita estímulos nuevos pero nuestro deber está en buscar los que no envejecen y tengo la impresión cada vez más presente, que algunos han creído que la modernidad consiste en ir contra nosotros mismos.  Borges dijo de la literatura  y yo lo aplico  al flamenco, que es una forma de felicidad y es absurdo obligar a alguien a ser feliz. Y digo más, ahora que se enseñará  a nuestros niños en las escuelas de Andalucía, no hace falta que toquen, canten o bailen, o lo entiendan, ni siquiera que les guste, tan sólo hace falta que lo amen, que aprendan a amarlo, como amamos a veces a nuestro padre y a nuestra madre aunque no nos gusten ni los entendamos, porque en ellos está la esencia de quienes somos, de porqué somos.  Dijo Tocqueville, “caminar  hacia el futuro sin la luz del pasado es caminar en tinieblas“. Defenderemos, por tanto, con todo empeño, un futuro en el que podamos sentirnos reconocibles.

Yo estoy aquí hoy, en esta silla en la que debía estar Manolo sin buscarlo ni pedirlo, porque fue su expreso deseo, con toda la fuerza y el estímulo que esto supone y que me compromete a dar lo mejor de mí, a poner toda la voluntad y trabajo necesarios para que Manolo, sobre todo él, no pueda sentirse decepcionado.  Ojalá consiga estar a la altura de su confianza.

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